Una vez más, la ficción supera la realidad y, lo que nos mostraba películas de ciencia ficción como Matrix, parece haberse hecho una realidad.

El proyecto Ectolife es un centro de úteros artificiales ideado por Hashem Al-Ghaili, biotecnólogo y divulgador científico nacido en Yemen, es el responsable de este invento que planea incubar embriones en cápsulas de crecimiento transparentes. Hasta 75 laboratorios independientes, con 400 cápsulas cada uno, cada edificio podría incubar unos 30.000 embriones al año. Una forma un tanto siniestra de simular el útero materno con un embarazosintético en el que los bebés ya no nacen, se cultivan en fábricas por doquier a través de cápsulas de crecimiento transparentes.

Constructivamente, lo poco ortodoxo de este método es que, sustituiría el tradicional proceso biológico de gestación por uno controlado en el laboratorio, controlando las constantes, desarrollo y posibles anomalías del feto, enviando un SMS o interaccionando por la APP del Smartphone de los padres adoptivos. Eliminando a las madres de la ecuación reproductora, pudiendo dar opción a la adopción genética evitando el doloroso proceso de embarazo, el problema de la infertilidad o la desigualdad de géneros para adoptar.

La tecnología se pone al servicio de la conexión con el bebé. A través de dicha App facilitaría imágenes en alta resolución, permitiría hablarle o ponerle música al embrión a través de unos altavoces internos en la cápsula, usar un chaleco háptico para sentir las patadas del feto, incluso es posible ponerse unas gafas de VR para ver imágenes en 360 grados desde la perspectiva del bebé.
Además, un par de biorreactores por cápsula son responsables de la alimentación y excreción del retoño. Uno bombearía nutrientes y oxígeno a un cordón umbilical artificial, mientras que el segundo ingeriría los productos de desecho. Para garantizar que el retoño contribuya a la sostenibilidad, los desechos se reciclan en un nuevo lote de alimentos, convirtiéndose las enzimas en «un suministro constante y sostenible de nutrientes frescos». Y a la hora de darle la bienvenida al mundo, el parto se ejecutaría pulsando un botón.
Se trata del útero artificial más grande del mundo, y se plantea como una inquietante manera de resolver el problema de la natalidad en Europa. Según datos del INE, la tasa bruta de natalidad en la UE, que muestra el número de nacidos vivos por cada 1.000 personas, era de 10,2 en 2001, subió a 10,6 en 2008 y desde entonces ha disminuido hasta llegar a 9,1 en 2020.
Es evidente que la ficción está superando o induciendo a la realidad, de manera anti natural y deshumanizando el progreso con el ansia de jugar a ser Dios jugando con las leyes del universo para coexistir sin tomar riesgos ni afrontar las adversidades de la vida.
Quizá deberíamos plantearnos la reflexión de que; si necesitamos forzar nuestra supervivencia, es que no somos dignos de ella. Progresar está bien, pero forzar las cosas naturales no. ¿Cuáles serían las consecuencias naturales? A las pruebas me remito, si a nivel terrestre, estamos acelerando el cambio climático con el gasto y transformación de los recursos naturales a nuestro antojo, no quiero imaginarme los desastres a nivel galáctico. ¿De verdad el ser humano es tan importante para convertirse en Dios o es puro narcisismo?
Y lo más aterrador da que pensar que, si EctoLife lleva investigando desde 1950 los bebés probeta, ¿quién no puede negar que no existan seres humanos «artificiales» ya entre nosotros? Solo podemos fiarnos de lo que nos cuentan, pero quién sabe la verdad, haya cada ser con su consciencia. La verdad es que explicaría la inconsciencia de algunos humanos jeje
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