Desde que se inventó el teléfono en 1854, por Antonio Meucci, ha evolucionado considerablemente hasta nuestros días, para bien y para mal. No podría imaginarse el propio Antonio Meucci el alcance que podría tener hasta la evolución móvil por satélite de dichas comunicaciones. Así, hasta llegar al Smartphone, un terminal que, además de realizar llamadas, también hace las funciones de ordenador. Todo compactado.
Las ventajas de las comunicaciones de voz son evidentes, mayor comunicación desde (casi) cualquier rincón del planeta, e incluso del universo, allí donde lleguen las señales de los satélites. Pero, como la mayoría también disponen de sus contras, por desgracia, y como en el mundo tiene que haber de todo, las personas que cometen algún tipo de fraude, legal o ilegal, usando furtivamente el anonimato cobarde. En cualquier caso, delito moral usando las comunicaciones de voz para algún tipo de interés, beneficio o simple satisfacción psicópata.
Hablamos desde las típicas llamadas de marketing ofreciendo el oro y el moro, en este caso “fraude” legal, ya que, aun en el supuesto de ofrecer algo real, o irreal en el peor de los casos, como hecha la ley hecha la trampa, no dejaría de ser un tipo de fraude moral y acoso penado como delito con su consecuente penalización. (más info; consultar con un abogado, agente policial o derechos del consumidor).
Si hablamos de particulares o grupos mafiosos que se dedican a estafar o gastar bromas, no dejan de ser el mismo tipo de delito con su respectivo agravante de cada caso. Como posible solución tecnológica se han inventado las listas Robinson respecto los números comerciales y algunas App’s (la mayoría para Android) para visualizar el número de teléfono cuando nos llaman en modo oculto, para ayudar a evitar así estas prácticas acosadoras.
Siempre hay que consultar con las autoridades competentes y evitar tomarnos la justicia por nuestra mano. A no ser que no queden más recursos o salidas y como medida cautelar defensiva debemos emplear nuestra defensa. Y voy a decir por qué, desde el punto de vista lógico, hay que consultar con las autoridades antes que nada y poner denuncia con sus respectivas pruebas consistentes, evidentemente, sino el delito lo estaríamos cometiendo nosotros, porque además, al tomarnos la justicia por nuestra mano, corremos el riesgo de que esas leyes que inventan la trampa, se tornen en contra nuestra acusándonos con todas las de la ley de que hemos invadido la protección de datos de quién, en primera instancia, lo ha invadido, pero que hemos alterado con nuestra conducta policiaca clandestina. Y que la mayoría de veces son las intenciones reales del verdadero infractor para sacar algún beneficio involucrando a personas inocentes.